Por cada paso que damos hacia adelante, alguien se queda atrás. En el mundo financiero resulta evidente que tiene un coste real. Primero hay que entender el tiempo y luego las tecnologías. “En realidad, no existe algo así como el futuro, en singular. Solo hay futuros múltiples e imprevisibles, que nunca perderán su capacidad de sorprendernos”, relata el escritor Niall Ferguson en El triunfo del dinero (Editorial Debate, 2009). Tras las manecillas del reloj, la tecnología. Y en nuestra era supone un vals entre la inteligencia artificial (IA) y las finanzas. Casi todos los expertos consultados narran sus virtudes, su ritmo y unos pasos acompasados. Quizá solo el economista y exministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis critique que este baile gira de manera torpe. “La IA, como otros dominios, va a amplificar la volatilidad y traerá nuevos niveles de riesgos catastróficos”, alerta.
Seguros: en manos de chips de litio
Las aseguradoras ya emplean IA para evaluar riesgos, emitir primas y aprobar reclamaciones. Todos los seguros básicos se procesarán de esta manera dentro de nada. Pero ¿qué sucede si su historial de búsqueda influye en un préstamo que piensa solicitar o el tiempo que pasa mirando a la pantalla afecta a su hipoteca? Las decisiones financieras estarán cada vez más controladas por chips de litio. Esto es lo que aguarda frente a un mensaje, generalista y tranquilizador. “Los bancos creen que la que IA generativa, sumada a otros avances tecnológicos recientes, tienen un enorme potencial para mejorar su eficiencia y la experiencia del cliente”, sintetiza Francisco Uría, socio responsable de banca de KPMG España. “No obstante, han optado por hacerlo de forma prudente, preocupados por tener políticas y una gobernanza interna que minimice los riesgos, que también los hay”. Vamos hacia un cruce de caminos que mezcla litio y prudencia.