Máchelin Díaz es una abogada dominicana especializada en Extranjería, Nacionalidad y Asilo en España. Llegó al país con una beca para cursar un máster en la Universidad de Salamanca y, con el tiempo, transitó de estancia por estudios a arraigo social. Fundadora de su propio despacho, que actualmente cuenta con un equipo de más de diez profesionales, acompaña a estudiantes, familias y trabajadores en todos sus trámites ante la Administración española.
Comprometida con la mejora del sistema migratorio, Máchelin cursa un doctorado centrado en diseñar procesos más justos, humanos y adaptados a la realidad de distintos colectivos. Su enfoque combina conocimiento legal con sensibilidad hacia las historias y necesidades de cada persona que acompaña.
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¿Qué la motivó a estudiar Derecho y especializarse en extranjería?
Desde niña en Santo Domingo decía que quería ser abogada. Crecí viendo películas de juicios con mi padre y me fascinaba cómo el Derecho podía poner orden y justicia en la vida de las personas. Esa pasión nunca cambió. Mi especialización en extranjería nació de mi propia experiencia como migrante: vivir estancias por estudios, gestionar prórrogas y dar el salto al arraigo social me hizo entender, desde dentro, los retos que enfrentan quienes deciden buscar un futuro en otro país. Hoy, acompañar a otros en esos procesos es mi manera de devolver lo aprendido.

¿En qué momento decidió establecerse en España y cuántos años lleva aquí?
Llegué gracias a una beca para cursar un Máster en Análisis Económico del Derecho y Políticas Públicas en la Universidad de Salamanca. Al terminar, me mudé a Madrid, impulsada por mi pareja de entonces y con el deseo de abrirme camino profesional. Aunque muchos decían que no podría ejercer, conseguí una beca remunerada en una multinacional y poco a poco pasé de estudiante a arraigo social. Han pasado más de quince años desde entonces, y España se ha convertido en mi hogar.
¿Qué desafíos enfrentó como mujer, migrante y profesional al llegar a otro país?
En lo académico, adaptarme a un sistema y metodología distintos fue todo un reto. Suspendí materias, pero me levanté y seguí adelante. Como migrante, aprender a manejar permisos y cambios de estatus exige paciencia, disciplina y organización. Y en lo personal, uno de los momentos más difíciles fue mi primer embarazo, en 2013, estando lejos de mi madre y mi hermana. Lograr traer a mi madre fue una lucha más, similar a la que viven tantas familias a las que se les deniega un visado. Aun así, encontré “ángeles” en el camino que confiaron en mí, algo que no todos tienen la suerte de experimentar.
¿Qué significa para usted trabajar ayudando a otros migrantes?
Es honrar mi propia historia. Cada expediente que llega a mi escritorio representa una vida en tránsito, un sueño que busca concretarse. Ver a un estudiante conseguir su primera autorización o a una familia reunirse después de meses de espera no tiene precio. Actualmente curso un doctorado para investigar y proponer mejoras que hagan los procesos migratorios más seguros y humanos.

¿Cuáles son los casos o historias que más la han marcado?
Los arraigos que significan un nuevo comienzo con dignidad. Las familias que, tras meses de incertidumbre, se abrazan de nuevo. Los jóvenes que dan su primer paso laboral en España. Y, en lo personal, la batalla para traer a mi madre, que me conectó profundamente con lo que viven muchos de mis clientes.
¿Qué tan diferente es ejercer Derecho en España comparado con República Dominicana?
Aunque compartimos una base jurídica similar, en España la práctica es mucho más procedimental y especializada. Los plazos son estrictos, la exigencia documental es alta y la relación con la Administración es constante, en gran parte digital. Además, la colegiación y el peso del contencioso-administrativo marcan el día a día.
¿Qué mantiene viva su dominicanidad desde la distancia?
Mi acento, la alegría caribeña y las costumbres que me acompañan donde vaya: la música, los sabores, los afectos y la comunidad dominicana que siempre está presente.
¿Qué es lo que más extraña de República Dominicana?
Aunque gracias a Dios casi toda mi familia está conmigo en España, extraño la alegría dominicana, el relajo, ese ritmo de vida único que llevamos en la sangre. También el mar y esos sabores que me devuelven a mi infancia.
Contexto familiar
Reunir a mi familia fue un trabajo de años. Primero llegó mi sobrina mayor, luego mi madre, más tarde mi hermana… Entre cada llegada pasó más de un año. Después vinieron mi otra sobrina y, por último, mi hermano. No fue rápido ni fácil, pero hoy casi todos estamos juntos.
¿Cómo equilibra la vida profesional con la personal estando lejos de su país?
Con organización, procesos claros y un equipo comprometido. Pasé de combinar un empleo con mi despacho a dedicarme de lleno a mi firma, que hoy cuenta con más de diez personas. Como madre, aprendí a pedir ayuda, a crear una red de apoyo incluso a distancia y a reservar tiempo de calidad para mi hija y para mí.
¿Qué consejo le daría a quienes sueñan con migrar y ejercer su carrera fuera?
Planifiquen bien. Averigüen sobre homologaciones, colegiación, ahorren para el inicio y construyan una red de apoyo. Conozcan sus derechos para evitar entornos abusivos. Y sobre todo: paciencia y constancia, porque la disciplina siempre abre puertas.

¿Alguna anécdota que refleje lo duro o gratificante del camino?
Recuerdo mi primera beca remunerada en una multinacional, cuando muchos creían que no tendría oportunidades. También el día que decidí invertir toda mi prestación por desempleo en mi despacho, a pesar de las dudas de quienes me rodeaban. Y nunca olvido la llamada de un cliente, entre lágrimas, al recibir su tarjeta de residencia: fue la confirmación de que transformar mi propia odisea migratoria en un servicio para otros era, y sigue siendo, la decisión correcta.