Hay en la televisión española un género entre la comedia y el drama que merece una casilla propia en el canon: el tributario. No es un arte fácil, pues tiene el listón muy alto, quizá insuperable, desde la Nochevieja de 1985. Aquel año, la única televisión realmente existente —al mando de José María Calviño, el padre de la actual presidenta del Banco Europeo de Inversiones— aprovechó que los ojos beodos de todos los españoles estaban puestos en la pantalla para impartir una lección de fiscalidad para principiantes. La maestra escogida fue Concha Velasco, quien explicó que, a partir de entonces, ser una chica yeyé sería un poquillo más caro: tanto el pelo alborotado como las medias de color tendrían un suplemento llamado impuesto sobre el valor añadido.