Cristina Garrido: «Quería cuestionar los usos de la imagen de La Alhambra»

Uno de los temas recurrentes en la obra de Cristina Garrido (Madrid, 1986) es el cuestionamiento de cómo las imágenes mediadas moldean nuestra percepción de la realidad. Con eso juega ‘Recuerdo de La Alhambra’, un decorado (con un arco remedado por el artesano Julio Jiménez García) que remite a los primitivos estudios fotográficos que empezaron a crear ‘souvenirs’ para turistas. –¿Le costó dar con la idea del proyecto? –En mi caso, era la segunda edición en que presentaba una propuesta. La primera vez no di con la clave de las circunstancias del premio, que son bastante peculiares; yo suelo trabajar con medios muy diferentes, la artesanía no es un proceso en el que yo me hubiera metido, aunque sí que me interesaba conceptualmente la idea de cómo valoramos de forma diferente el trabajo de un artesano frente al de un artista. Y esta segunda vez fue bastante difícil encontrar una manera de relacionarme con La Alhambra sin caer en algo superficial o en romantizar un monumento que yo no conseguía entender, porque es muy complejo y ha cambiado a lo largo de la Historia. –Y acabó encontrando inspiración precisamente en esa romantización de La Alhambra. –Finalmente, di con un caso bastante particular, unos estudios de fotografía que aparecieron en Granada a finales del siglo XIX y que inauguraron la idea de la fotografía turística. En concreto, el fotografiar a los turistas disfrazados de moriscos, a modo de ‘souvenir’. Esta interpretación desde una mirada occidental hacia La Alhambra surge en un contexto de orientalismo. Por un lado era un proyecto nacionalista, para apropiarse de esa conquista a los nazaríes. Y, por otro lado, de caer en exotizar las culturas diferentes a la cristiana exagerando sus elementos, tanto en los atuendos como en la arquitectura. Me interesaba mucho esa idea del ‘fake’, de construir unos escenarios en estos estudios fotográficos que eran réplicas de las arquitecturas de La Alhambra, pero incurriendo en muchos errores de apreciación, tanto en la colocación de la arquitectura (que muchas veces estaba girada, o faltaban elementos), como en los fondos que colocaban en los arcos (eran yeserías de La Alhambra, pero a veces estaba el Guadalquivir de fondo). Para un turista europeo daba igual que fuera fidedigno. Me pareció que cabía un cuestionamiento hacia cómo La Alhambra se ha utilizado a lo largo del tiempo y hasta qué punto la propia Alhambra contiene restauraciones –hechas en esa misma época por Rafael Contreras – que también alteraron el monumento, pero que, al mismo tiempo, lo salvaron del abandono total. –Eso entronca con la importancia que en su obra ha tenido el cuestionamiento de la fotografía, de la representación y la no representación. –No he tenido la sensación de estar haciendo algo que me sacara de mis intereses habituales. Por ejemplo, tengo una serie que se llama ‘El color local es un invento extranjero’ , en la que tomo cielos recogidos de pinturas a lo largo de la Historia y que plantea también la idea de lo exótico, de cómo la mirada foránea genera una idea pintoresca de la identidad. Ha sido un proceso largo, de mucha búsqueda. Y la ejecución ha sido llevada a cabo por Julio Jiménez, de Artesanía Nazarí , que son el único taller certificado y autorizado por La Alhambra para hacer reproducciones de las yeserías. Me parecía muy bonito introducir a un artesano cuyo trabajo es hacer copias auténticas, originales, las más cercanas a La Alhambra que se pueden hacer. Y cuyo trabajo consiste en hacer, además de las reproducciones, ‘souvenirs’ para turistas. –Y a esa persona que puede hacer reproducciones fidedignas, usted en cambio le ha pedido un decorado falseado, intencionadamente con errores. ¿Cuál fue su reacción? –Julio ha estado en todo momento acompañándome, incluso con Ramón Francisco Rubio Domenech, que es su asesor y jefe de restauración de las yeserías de La Alhambra. Ambos me han asesorado. Ellos están muy acostumbrados a hacer réplicas a gran escala (hicieron una para Abu Dhabi). Y me dijeron que, de vez en cuando, les gusta meterse en una cosa ‘rara’, poner en práctica todo lo que saben en otra cosa. –El tema de la artesanía también conecta con esos estudios de fotografía que tenían más que ver con lo artesanal que con lo artístico. –Sí. También me he podido acercar a ese proceso. He contactado con el bisnieto del fotógrafo Rafael Garzón , Daniel Garzón. Él fue quien nos abrió el estudio –que hoy en día está en ruinas– del que parte la reproducción que hemos hecho. Nos enseñó las placas que se hacían sobre cristal, que él se encontró rotas y restauró, y que ahora están en el Archivo Municipal. Ha sido un proceso muy bonito para entender el medio fotográfico de la época.

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