Nos mirábamos incrédulos. No estamos acostumbrados a ser tantos, pero el estribillo que se repetía una y otra vez entre la multitud confirmaba lo contrario: somos más y no tenemos miedo. Las más de 50.000 personas (sin contar las que trataron de llegar) que llegaron hasta el cierre de campaña del candidato a la gobernación Juan Dalmau —líder de una alianza de fuerzas políticas y del Partido Independentista Puertorriqueño— lo coreaba como se corean los mantras y las oraciones cuando vienen desde el estómago: con esperanza y fe. ¿Suena romántico? Lo es. Si la política es poder y el poder es una cuestión de acceder a aquello que se quiere y que se desea, hablar de poder, irremediablemente, es hablar de todas las pasiones humanas, desde las más bajas hasta las más altas. Es decir, es también hablar de amor.