Viajar no solo nos permite desconectar de la rutina y escapar del estrés del día a día, sino que también tiene un profundo impacto en nuestro bienestar emocional.
A lo largo de los años, múltiples estudios y expertos han señalado que planificar un viaje, vivirlo y recordarlo puede ser una experiencia profundamente terapéutica. Y no se trata solo de escapar: se trata de conectar. Algo que la psiquiatra y autora superventas Marian Rojas Estapé explica así:
“Para mí la felicidad es conectar con la realidad de la mejor manera posible. Como seres humanos no estamos diseñados para ser felices siempre, sino para detectar amenazas y poder sobrevivir. El cerebro tiene un sistema para poder disfrutar de ciertas cosas que le suceden, y si hay un mecanismo que provoca ese disfrute es viajar. Viajar nos proporciona recuerdos que nos acompañan toda la vida”.
Y tiene toda la razón. Viajar genera un cóctel emocional positivo que nos ayuda a reconectar con lo que realmente importa. Nos saca de la rutina, nos enfrenta a lo nuevo y nos recuerda lo amplio que es el mundo.
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Viajar: medicina para la mente
Según Rojas Estapé, hay muchos motivos por los que viajar es bueno para la salud mental:
- Mejora la salud emocional: al desconectarnos de nuestras preocupaciones cotidianas, disminuye el estrés y se activa una sensación general de bienestar.
- Crea recuerdos felices: las vivencias se transforman en memorias duraderas que nutren nuestra historia personal.
- Ayuda a vencer miedos: enfrentarse a lo desconocido fortalece la confianza y la capacidad de adaptación.
- Fomenta la empatía: conocer otras culturas y estilos de vida amplía nuestra perspectiva y nos hace más comprensivos.
- Ofrece momentos significativos: vivir experiencias únicas refuerza nuestro equilibrio emocional.
Y no solo se trata del viaje en sí. La planificación también juega un papel crucial.
Estudios de universidades como Cornell (EE. UU.) y Surrey (Reino Unido) concluyen que anticipar un viaje puede ser tan gratificante como vivirlo. La ilusión, la preparación y hasta el simple hecho de imaginarse en otro lugar activan zonas del cerebro asociadas al placer.
Amit Kumar, profesor de la Universidad de Texas y coautor del estudio de Cornell, explica que “comparadas con las posesiones, las experiencias son un mejor material para contar historias. Y es que los viajeros terminan hablando más sobre sus experiencias que sobre compras materiales”.
Un beneficio que va más allá del individuo

Viajar también impacta en la dinámica familiar. Ana Rosina Rodríguez, psicóloga clínica y terapeuta familiar de @praxisdom, lo ha comprobado en su consulta: “Desde mi práctica como terapeuta familiar, observo el poder transformador que tiene viajar en la salud mental y el bienestar de las familias”.
Rodríguez incluso utiliza los viajes como herramienta terapéutica, ya que permiten que todos los miembros participen, colaboren y vivan juntos algo fuera de la rutina habitual.
Y no es solo percepción. Una encuesta realizada en 2013 a 485 adultos en Estados Unidos encontró que quienes viajaban con regularidad mostraban mayor empatía, mejor concentración, más energía y mayor capacidad de atención. Además, hay investigaciones que sugieren que adaptarse a culturas distintas estimula la creatividad y mejora la flexibilidad mental.
En resumen, viajar no es un lujo ni un simple pasatiempo. Es una inversión directa en nuestra salud mental, en nuestra capacidad de adaptación y en la creación de memorias que nos acompañarán siempre.
Ya sea una escapada de fin de semana o una gran aventura al otro lado del mundo, lo importante es moverse, descubrir y dejarse transformar.
Así que, si estabas esperando una señal para planear tu próximo viaje, aquí la tienes. Porque a veces, lo mejor que podemos hacer por nuestra mente… es hacer las maletas.