En el bajo mundo ha nacido un niño, rodeado de múltiples precariedades. Sus padres piensan cómo harán para conseguir el pan nuestro de cada día, pues no estudiaron, nunca han salido del barrio y, al igual que el pequeño infante, también nacieron en un entorno lleno de calamidades.
Ese bebé va creciendo, pero también aprendiendo del entorno en el que le ha tocado nacer. De vez en cuando camina por el centro de la ciudad y ve cómo algunos disfrutan de una vida opulenta, llena de lujos y vanidades. Sin embargo, en su casa ni siquiera alcanza para comer.
El político va en tiempos de campaña promoviendo cambios y mejoras en su sector. No obstante, cuando asciende al poder, se olvida de los vulnerables, de los que no pueden. Cada campaña electoral se repite, mientras que él continúa caminando por un sendero de adversidades.
El que una vez fue niño ya cumplió 17 años. Sigue en el barrio; escucha a sus iguales hablar del tigueraje, ve cómo algunos lograron salir de la miseria que allí se respira a través de alternativas no lícitas. Otros han pegado un tema y se “quitaron de la calle”. Ahora les toca disfrutar.
Con atención, cuando se reúne con sus amigos, escucha que dicen: “Vamos a dar una vuelta a ver qué se nos pega. Fulano ayer dio un tumbe y se buscó una funda”. Otro dice: “Mira esta sustancia, te pone feliz, pero también te hace sentir supermán”.
Él, ya adolescente, decide emprender el camino hacia la oscuridad, pues nunca ha conocido la luz. Busca salir de la pobreza a través de métodos oscuros, con la esperanza de algún día poder quitarse, cuando logre dar un tumbe grande.
Un día, el final le llega sin esperarlo, pues ya los organismos de seguridad le están dando seguimiento. Y abruptamente, reitero, sin esperarlo, le arrebatan la vida.
Aquí es difícil identificar quién ha tenido la culpa. La verdad es que pudo haberse salvado. En el bajo mundo, las opciones no abundan. Quienes viven allí se encuentran vulnerables, sin alternativas, porque la mano del Estado no alcanza hasta sus moradas. Todos los días, cuando llega el amanecer, esos desposeídos se preguntan: ¿quién, algún día, nos salvará?
Por: Isaac Feliz.
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En el bajo mundo ha nacido un niño, rodeado de múltiples precariedades. Sus padres piensan cómo harán para conseguir el pan nuestro de cada día, pues no estudiaron, nunca han salido del barrio y, al igual que el pequeño infante, también nacieron en un entorno lleno de calamidades.
Ese bebé va creciendo, pero también aprendiendo del entorno en el que le ha tocado nacer. De vez en cuando camina por el centro de la ciudad y ve cómo algunos disfrutan de una vida opulenta, llena de lujos y vanidades. Sin embargo, en su casa ni siquiera alcanza para comer.
El político va en tiempos de campaña promoviendo cambios y mejoras en su sector. No obstante, cuando asciende al poder, se olvida de los vulnerables, de los que no pueden. Cada campaña electoral se repite, mientras que él continúa caminando por un sendero de adversidades.
El que una vez fue niño ya cumplió 17 años. Sigue en el barrio; escucha a sus iguales hablar del tigueraje, ve cómo algunos lograron salir de la miseria que allí se respira a través de alternativas no lícitas. Otros han pegado un tema y se “quitaron de la calle”. Ahora les toca disfrutar.
Con atención, cuando se reúne con sus amigos, escucha que dicen: “Vamos a dar una vuelta a ver qué se nos pega. Fulano ayer dio un tumbe y se buscó una funda”. Otro dice: “Mira esta sustancia, te pone feliz, pero también te hace sentir supermán”.
Él, ya adolescente, decide emprender el camino hacia la oscuridad, pues nunca ha conocido la luz. Busca salir de la pobreza a través de métodos oscuros, con la esperanza de algún día poder quitarse, cuando logre dar un tumbe grande.
Un día, el final le llega sin esperarlo, pues ya los organismos de seguridad le están dando seguimiento. Y abruptamente, reitero, sin esperarlo, le arrebatan la vida.
Aquí es difícil identificar quién ha tenido la culpa. La verdad es que pudo haberse salvado. En el bajo mundo, las opciones no abundan. Quienes viven allí se encuentran vulnerables, sin alternativas, porque la mano del Estado no alcanza hasta sus moradas. Todos los días, cuando llega el amanecer, esos desposeídos se preguntan: ¿quién, algún día, nos salvará?
Por: Isaac Feliz.
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