Feria de Fallas: Cayetano o cómo matar al buen Mensajero

La cosa se puso seria. Después del debut con caballos de las figuras en la corrida del Milagro de Illescas –qué vergüenza que los de arriba se enfrenten a animales con un trapío tan por abajo–, un pavo asomó por los chiqueros de Valencia. Era el primer toro en plaza de primera de la temporada. Malhechor se llamaba y se ve que sólo su nombre ya asustó a las cuadrillas. Tremenda la psicosis en una desordenadísima lidia. O como escribió el ganadero en sus notas: «Penosa». Vale que el de Montalvo, que se defendía por sus justas fuerzas, no era precisamente la tonta de la pandereta, pero tampoco ningún barrabás. Cómo andarían los de plata que fue Cayetano el que puso algo de orden y, dándole el toque, hizo el esfuerzo en una faena que se vivió en tensión por las dificultades: el izquierdo pareció el pitón. Precisamente por ese lado sopló Cayetano unos buenos naturales al cuarto, que era el bueno de verdad. No escatimó nada el madrileño. Con una media de rodillas había calentado al personal antes del galleo para ponerlo en el caballo. Torera su estampa con el capote al hombro. Pero el público fallero pedía candela. Y el dinástico matador prendió fuego con un prólogo sentado en el estribo primero y de rodillas después. Echaba más humo la plaza que el ruedo de la RAE el último jueves. Muy crecido, Cayetano se abandonó a derechas mientras coreaban «¡torero, torero!» bajo las notas de la ‘Concha flamenca’. Pero lo mejor brotó a izquierdas: hubo un muletazo en el que dio de beber el agua en el hocico y alargó el viaje. Al natural. Fue en ese instante cuando las gargantas renunciaron al «guapo» y entonaron el «ole». Noticia Relacionada estandar No Cayetano abre la Feria de Fallas, el primer examen fuerte de la temporada R Carrión «La intención es golpear y triunfar. El año viene con mucha competencia», dice el torero en un encuentro en el campo con ‘Aplausos’ Sabedor del estupendo toro que tenía delante, se besaba las yemas y acariciaba las astas de Mensajero. Qué clase, qué fijeza, qué profundidad. No falló el hijo de Civilón , con el que Cayetano puso el acento Rivera, cada vez más arrebatado, con el acabóse de unos molinetes por tierra y un desdén mirando al tendido. Locura total. Y con la verdad de los locos contagiados por el veneno del toreo se volcó en la hora final. Un tratado de cómo matar a un Mensajero para sentir y soñar. Con un boquete en la taleguilla salió Cayetano del encuentro con la muerte, tan sincera que de por sí merecía la oreja. En una sola se quedó pese a la petición de otra por el nutrido público. «Qué cicatero el presidente, le tenía que dar las dos», murmuraba Juan Ignacio Pérez Tabernero. No se entretuvieron los de las mulillas, veloces y sin tiempo ni para que asomara el segundo moquero ni para que el noble y señorial Mensajero fuera despedido con honores. Feria de Fallas Plaza de toros de Valencia. Domingo, 12 de marzo de 2023. Primera corrida. Dos tercios de entrada. Toros de Montalvo, de buena presencia y juego desigual dentro de su justa casta; destacaron 4º y 5º. Cayetano, de azul Soraya y oro. Estocada rinconera (saludos). En el cuarto, estocada tendida (oreja con petición de otra). Román, de gris plomo y oro. Estocada desprendida y perpendicular y descabello (oreja). En el quinto, pinchazo, media y descabello. Aviso (saludos). Ginés Marín, de catafalco y oro. Estocada perpendicular y descabello (silencio). En el sexto, estocada (saludos). Hermano de padre era el quinto, Ojovivo, serio y enmorrillado. Tremenda la voltereta que sufrió Román. En su búsqueda de la puerta grande, echó las dos rodillas en la arena e improvisó un péndulo del que resultó prendido. Curiosamente, el que pareció dañarse fue el toro. Lástima, porque humillaba con transmisión y apuntaba emociones. Con saludos tuvo que conformarse el valenciano, que había cortado una oreja al anterior. No era ese segundo un candidato a campeón de fuerza y, para colmo, lo molieron a capotazos y quites. A las chicuelinas de Ginés replicó Román con la tela a la espalda. El ganadero trinaba pensando que a su colorado lo iban a crujir con la mariposa que Marcial hacía al toro del rival. No fue eso exactamente, pero no falló en lo que su gesto presentía: ahí quedó un tirón de categoría a un Antojadizo que pedía sedas y no látigos. Muy aclamado fue Román en los pases, que los dio a montones, sobre todo en la modalidad invertida. Puso el corazón en el acero y ni el descabello frenó el trofeo. Oreja a la simpatía. «Es que es muy simpático», era el piropo del tendido, que le lanzó un saco de vitaminas en forma de naranja. Mala suerte con su lote tuvo Ginés, pese a su digno paso: suyos fueron los pasajes de mayor torería. El tercero se los tragaba a regañadientes sin querer nada por arriba y el sexto escribió una carta a la mansedumbre. Las noticias felices llevaban la firma de Mensajero.

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