Gustavo Rodríguez, premio Alfaguara: «Sin humor esta novela habría sido intragable»

De niño, Gustavo Rodríguez era tímido y no sabía pelear. Y si algo lo salvó de llegar a adulto de una pieza fue, justamente, el humor. Y así sigue siendo. La capacidad natural  del autor peruano ganador del Premio Alfaguara 2023 para despertar la risa lo ha librado, una vez más y esta vez en ‘Cien cuyes’: una historia, que aún pudiendo incurrir en la cursilería o la truculencia, acaba por convertirse en tragicomedia. «Plantea temas tan delicados, tristes y trágicos por momentos, que si no la escribía con humor habría sido intragable», asegura, y con razón. De hecho, ese fue uno de los rasgos que destacó el jurado presidido por Claudia Piñeiro. Eufrasia Vela, una mujer que se gana la vida cuidando ancianos en la Lima contemporánea, acaba sintiéndose interpelada en su propia concepción de la vida. Su relación con doña Carmen, Jack Harrison y Los siete magníficos —personajes cuya senectud e inventiva los hace tan tiernos como hilarantes— la enfrenta a ella y al lector al tema de la eutanasia. «Es innegable que se trata de una historia sobre la muerte. La soledad de los ancianos me rondaba desde hacía mucho tiempo. Me gustó que el jurado la describiera como una tragicomedia. No hay ningún mérito porque el mí el humor es algo natural. Ha sido mi manera de lidiar con las vicisitudes desde que era niño. Era tímido, medio nerd y no sabía pelear, así que el humor fue una herramienta de defensa y en la vida, una forma de relacionarme». Hay elementos de transformación a lo largo de todo el libro. El cambio y el contraste, la paradoja incluso, lo atraviesan todo: desde la ciudad donde se desarrolla, Lima —una capital que va del lujo y la modernidad a la pobreza—, hasta las dudas, cambios y cavilaciones que sufre la protagonista. «Eufrasia tiene un aprendizaje. En mis novelas los protagonistas terminan transformados por la historia que acaban de atravesar». Ante la pregunta sobre cómo afrontaría las críticas o incluso una posible cancelación por abordar este tipo de temas, Gustavo Rodríguez confía en que el peso de su narrador omnisciente sea contundente en la demostración de que se trata de ficción, no de un libelo o una opinión. MÁS INFORMACIÓN La escritora colombiana Pilar Quintana gana el premio Alfaguara Noticias Relacionadas estandar Si entrevista Santiago Roncagliolo: «La vida se parece más a un libro de cuentos que a una novela» Karina Sainz Borgo estandar Si la barbitúrica de la semana Del realismo mágico al realismo trágico Karina Sainz Borgo Es difícil hablar de esta novela sin destriparla. Todo ocurre con una lógica progresiva que mantiene al lector sujeto a la historia. «Escribo policiales domésticos, con misterios amorosos y familiares por resolver y para mantener enganchados voy esparciendo micromisterios. Como escritor de ficciones, uno comienza a conocer y dominar el arte de la gestión de la información. La literatura o una novela es un juego que el escritor le propone al lector para que él lo complete. Es una manera de gratificar al lector, que al sentirse inteligente va a disfrutar mucho más». Autor de las novelas ‘La furia de Aquiles’ (2001), ‘La risa de tu madre’ (2003), ‘La semana tiene siete mujeres’ (2010), ‘Cocinero en su tinta’ (2012), República de la Papaya (2016), ‘Te escribí mañana’ (2016), Madrugada (201, Gustavo Rodríguez se ha definido a sí mismo como «un machista en constante redención». Y además, apostilla: «hasta que me muera». De conversación educadísima, cuidadosa de las formas, Gustavo Rodríguez comienza una larga gira que lo llevará por toda España y América Latina. La vida es un viaje En un barrio residencial de Lima con vistas al mar languidecen unos ancianos de clase acomodada. Eurasia Vela, una mujer humilde que debe sacar adelante ella sola a su hijo Nico, se ha ido convirtiendo en compañía imprescindible para algunos de ellos. Es su cuidadora, su confidente, casi su familia. Si consiguiera juntar diez cuyes, el dinero para comprar diez conejillos de Indias, podría, según le dijo siempre su tío, empezar una nueva vida. Así, todos los días cruza la ciudad en transporte público para asistir a Doña Bertha, que además de ayuda doméstica necesita un apoyo extra porque en los últimos tiempos anda baja de ánimo y casi no tiene contacto con su hija. En muy poco tiempo, comienza a trabajar en el mismo edificio para Jack Morrison, médico jubilado y viudo, aficionado al jazz y al whisky Old Parr. Algo más tarde también lo hará en la residencia del barrio, donde un grupo de residentes han formado una familia que se hace llamar «los siete magníficos». A pesar de los cuidados de Eufrasia, la rutina de medicamentos, comidas sosas a horas fijas, telefilmes y achaques marchita las ganas de vivir de estos personajes. La estrecha relación y la confianza que ha logrado establecer la protagonista con ellos acabará llevándola a una encrucijada. Con una sensibilidad sobria, envuelta en humor, Gustavo Rodríguez consigue exprimir la metáfora de la vida como un tránsito hacia la muerte. Lo hace sin moralismos ni truculencias. Con humor y dignidad.

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