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La comunicación que conecta se gana

En mi experiencia como periodista y ejecutiva en el área de comunicación corporativa, he visto cómo muchas empresas se obsesionan por aparecer en los medios sin detenerse a pensar qué van a decir y por qué eso importa.

La prensa, la radio, la televisión, las redes… no son simples vitrinas. Son espacios que se deben honrar con contenido valioso, no con ruido disfrazado de relevancia.

Este mundo está saturado de mensajes, marcas, discursos y estímulos que compiten por atención, la verdadera comunicación no es la que grita más fuerte, ni la que se impone con eslogans vacíos.

Es aquella que logra conectar. Y conectar, en el sentido más auténtico, no es una acción unilateral ni una imposición, sino una conquista que se gana con inteligencia, sensibilidad y coherencia.

Cómo conectar

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La comunicación que conecta nace desde la empatía. Desde esa capacidad de entender a quién nos dirigimos, de reconocer sus contextos, miedos, intereses y aspiraciones. No basta con tener un buen producto o una gran historia; es necesario saber contarla en el lenguaje correcto, en el tono adecuado y en el momento oportuno.

Uno de los errores más comunes en la comunicación organizacional y también en la interpersonal, es creer que comunicar es simplemente emitir mensajes.

Pero, en realidad, la comunicación comienza escuchando. Escuchar lo que el entorno necesita, lo que nuestros públicos valoran, lo que duele y lo que entusiasma. Solo desde esa escucha activa se construyen puentes genuinos.

La confianza no se decreta. Se cultiva. Y en comunicación, eso se traduce en mensajes con propósito, consistentes con lo que se hace y lo que se dice.

No hay “storytelling” que conecte si la historia está vacía de verdad. No hay nota de prensa que emocione si no hay un compromiso real detrás de las palabras. No hay cultura organizacional sólida si lo que se comunica internamente contradice las acciones del liderazgo.

La comunicación que conecta educa, porque aporta valor. Emociona, porque toca fibras humanas. Y sirve, porque está al servicio de algo más grande que solo la visibilidad. Esa es la comunicación que transforma, la que deja huella.

Por eso, cuando hablo de “comunicación que conecta”, no me refiero a una frase bonita para un eslogan. Me refiero a una filosofía de trabajo, a un compromiso con la verdad, a una manera de ejercer la comunicación con ética, creatividad y respeto por las audiencias.

Porque en este oficio de las palabras, no se trata de imponer mensajes, sino de ganarse el derecho a ser escuchados y leídos. Eso sólo se logra cuando lo que decimos tiene un impacto real, humano y estratégico.

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