Imagen de la COP30 que se celebrará en Brasil. Foto/fuente externa
EL NUEVO DIARIO, MADRID. – Un informe difundido este martes alerta del «impacto devastador» global de la extracción de los combustibles fósiles y su uso en la salud y urge a los líderes políticos a emplear la COP30 para fijar objetivos orientados a una transición hacia energías limpias «accesibles y asequibles para todos».
El documento ‘De la cuna a la tumba: el costo en salud de los combustibles fósiles y la necesidad imperiosa de una transición justa’ fue presentado en un acto online organizado por la Alianza Global por el Clima y la Salud.
Cara a la próxima cumbre climática que se celebrará en Belém (Brasil) en noviembre, se pide a los líderes políticos que reconozcan que «la dependencia de los combustibles fósiles es causa generalizada de enfermedades y desigualdad e impulsa las emisiones de dióxido de carbono que contribuyen al calentamiento global».
Principales hallazgos
Entre sus hallazgos, el informe revela que la contaminación relacionada con esos combustibles afecta a cada etapa de la vida, desde el desarrollo fetal hasta la vejez, y ocasiona daños severos a la salud en todos los estadios de su ciclo de vida (extracción, refinamiento, transporte, almacenamiento, combustión y eliminación).
El daño no termina con la exposición inicial, según alerta, sino que «los impactos en la salud son persistentes y sistémicos» y se distribuye de manera desigual e injusta entre las comunidades y países.
El costo de la inacción aumenta cada día: los subsidios globales a los combustibles fósiles alcanzan aproximadamente 7 billones de dólares, «incluyendo subsidios explícitos como exenciones impositivas y topes de precios, y subsidios implícitos, debido a los daños impagables a la salud, al medio ambiente y a la sociedad causados por la producción y el uso de combustibles fósiles».
Una transición rápida y justa desde los combustibles fósiles hacia una energía limpia, asequible y renovable para todos es imperativa para la salud de todos los habitantes de la Tierra, destaca.
Según la directora ejecutiva del organismo, Jeni Miller, una «respuesta adecuada» por parte de los gobiernos conllevaría que estos «frenaran nuevos proyectos de petróleo, gas y carbón y establecieran cronogramas claros para eliminar progresivamente los proyectos existentes, y pusieran fin a los 1,3 billones de euros en subsidios directos que mantienen a flote esta industria».
Esos recursos «deberían invertirse en sanidad pública, energía limpia y en proteger a las comunidades que ya viven con las cargas más pesadas de la contaminación y los daños climáticos», ha dicho.
Miller ha subrayado que «la COP30 es el momento de actuar, no solo por el clima, sino por la salud y el futuro de las personas».
Las emisiones de CO₂ alcanzaron un nuevo récord el año pasado, con un aumento del 0,8 % respecto al año anterior, algo que, «aunque no parezca mucho, ocurre en un momento en el que deberíamos estar reduciendo drásticamente las emisiones», según ha señalado Miller en la presentación del informe.
«Desde la comunidad de salud, quienes trabajamos en atención médica y salud pública, vemos lo que está ocurriendo con nuestros pacientes y comunidades, pero muchos de estos daños no son ampliamente reconocidos y creemos que no se percibe completamente el alcance y la magnitud del problema», ha indicado.
Urge «detener la expansión de las instalaciones existentes o nueva exploración y desarrollo» así como de reestructurar el financiamiento y alinear a las instituciones globales con la causa climática».
Compromiso de los países cara a la COP30
Cara a la COP30, el informe insta a que negociadores y participantes establezcan «objetivos claros cuantificables, haciendo que los países se comprometan a adoptar acciones que concreten líneas de tiempo, establezcan acuerdos y se comprometan con esta transición hacia energías limpias que sean accesibles y asequibles para todos».
Por su parte, Shweta Narayan, líder de campaña y una de las autoras del informe, ha lamentado que esos combustibles son «un ataque directo contra la salud, que nos daña en todas las fases de su ciclo de vida y en cada estadio de nuestras vidas».
Su legado «tóxico» persiste durante décadas en el aire, agua y cuerpos, imponiendo «una carga especialmente dura en comunidades marginales», ha resaltado.