La Orquesta Sinfónica Nacional se presenta, este miércoles 10 de septiembre, bajo la batuta de su director asistente, el maestro Santy Rodríguez. En cada concierto se reafirma la experiencia que va adquiriendo y su natural musicalidad; es siempre grato verlo en el pódium.
El solista en este concierto será el oboísta principal de la Orquesta Sinfónica Nacional, Dejan Kulenovic, nuestro querido “Chichi”. Uno de los músicos favoritos y más queridos de la orquesta; un músico completo y exquisito.
Un serbio que llegó a Santo Domingo hace un montón de años y echó raíces en nuestro país, como integrante de la orquesta, solista, profesor y músico de cámara.
Tannhäuser, de Richard Wagner
Iniciamos con la obertura de la ópera Tannhäuser, del compositor alemán Richard Wagner (Leipzig, 1813 – Venecia, 1883).
Esta obra es una de las primeras grandes composiciones de Wagner, se estrenó en 1845, y narra la lucha entre el amor sagrado y el profano a través del personaje del trovador Tannhäuser, un hombre en busca de identidad, dividido entre lo sensual y lo espiritual.
La obertura es una pieza fundamental en el repertorio, conocida por su lirismo y majestuosidad, y se enfoca en temas recurrentes en la obra de Wagner, como la redención a través del amor.
Richard Wagner se nutre de la riqueza de la orquesta sinfónica, una fuerza dramática que nos sumerge por momentos en esta ópera romántica. No hay palabras para describir la inmensa belleza y la gran riqueza de esta pieza.
Concierto para oboe y cuerdas, de Tomaso Albinoni
Tomaso Albinoni (Venecia 1671–1751) fue uno de los compositores italianos más influyentes del periodo Barroco y de mayor éxito en Venecia.
En su haber dejó unas diez obras catalogadas, un centenar de obras sin catalogar, mucha música instrumental y varias óperas.
Fue el primer compositor italiano en componer conciertos para oboe y de él escucharemos el Concierto para oboe y cuerdas en Re mayor, Op. 7 No. 6 de 1715, con nuestro solista invitado.
Albinoni sentía una especial afición por el oboe. Antes del Op. 7 de 1715, Albinoni no había publicado ninguna composición con partes para instrumentos de viento. Este concierto forma parte de una colección de 12 conciertos para oboe, Opus 7.
El Concierto para oboe y cuerdas en Re mayor, Op. 7 No. 6, es una de las obras que forman parte de su Opus 7, una colección de conciertos para oboe que demuestra su habilidad en la música del Barroco. Destacan su elegancia, claridad y la destreza del oboe solista.
La música de Albinoni influyó en compositores posteriores como Johann Sebastian Bach. Gran parte de la obra de Albinoni se perdió durante el bombardeo de Dresde en la Segunda Guerra Mundial, por lo que hay poca información sobre su vida y trabajo posterior a 1720.
En un arreglo para oboe de Andrey Rubtsov, escucharemos el aria de Lensky de la ópera “Eugenio Oneguin” de Piotr I. Chaikovski (1840-1893).
La ópera narra la historia de un joven de la alta sociedad, Onegin, que rechaza a Tatiana, la chica de la que se enamora. Más tarde, Onegin, aburrido y resentido, provoca un duelo con su mejor amigo, Lensky, quien está enamorado de Olga, la hermana de Tatiana.
El aria de Lensky ocurre justo antes de este duelo, mientras Lensky espera su destino y reflexiona sobre el amor y la vida, sintiendo que el día de su muerte ha llegado. La pieza es un momento clave en la ópera, lleno de belleza melancólica y una profunda expresión de los sentimientos de Lensky.
La gran Sinfonía “Del Nuevo Mundo“, de Antonín Dvorák
Y para cerrar la noche escucharemos la gran Sinfonía No. 9 en Mi menor, Op. 95, Del Nuevo Mundo, del compositor bohemio Antonín Dvorák (1841-1904).
A finales de la década de 1870, Dvorák se había convertido en el compositor líder del movimiento nacionalista que entonces conquistaba Europa. Con el tiempo, sus esfuerzos fueron admirados no solo en Europa, sino también al otro lado del Atlántico.
La fundadora del Conservatorio Nacional de Música de América en Nueva York, Jeanette Thurber, decidió que no había nadie más adecuado para establecerlo como una institución vanguardista de reputación internacional que Dvorák.
Luego de llegar a Nueva York, el compositor comenzó la sinfonía a finales de 1892 y la terminó en mayo del año siguiente. La primera interpretación, en Nueva York el 16 de diciembre de 1893, fue un gran acontecimiento.
«Disfruto con ella», escribió, «y será muy diferente de las demás. De hecho, la influencia de Estados Unidos en ella debe ser sentida por todo aquel que tenga un mínimo de olfato».
Pronto fue citado en el New York Herald diciendo que los estadounidenses deberían buscar en las tradiciones musicales de la América negra material sobre el cual construir un estilo nacional.
Como era de esperar para la época, esto causó cierta sorpresa entre la élite musical, pero Dvorák daría un ejemplo de lo que quería decir. En su Sinfonía n.º 9 replica lo que consideraba representativo del alma musical estadounidense.
No fue hasta poco antes del estreno de la obra que Dvorák añadió el subtítulo «Z nového sveta» (Del Nuevo Mundo), que significaba «Impresiones y saludos del Nuevo Mundo».
Con o sin sorpresa, la alta sociedad neoyorquina aclamó la nueva obra en su estreno (como lo expresó un crítico) como “la sinfonía más grande jamás compuesta en este país”, una reputación de la que aún goza hoy en día entre muchos.
La Sinfonía es notable por el gran número de melodías memorables, en cada uno de sus cuatro movimientos, casi todas del tipo de las que se tararean al volver a casa tras el concierto.
Y con esta sinfonía nos despedimos hasta el próximo concierto el miércoles 17 de septiembre.