Limpieza profunda

Con la entrada del nuevo año, las cabañuelas estipulan una limpieza a fondo del hogar entero.

Emma cree a pie juntillas esto y, aunque ya estamos en febrero, ella continúa lavando y fregando todo, absolutamente todo. Habiendo terminado de lavar paredes y pisos, muebles y adornos, la emprendió con las cortinas. Para ello reclutó al señor que nos arregla todo en casa. Este personaje posee una asombrosa habilidad que comprende la reparación de los artefactos eléctricos, la colocación de cuadros, además de poseer cualidades de ese insondable misterio que llaman plomería y, por último, es ducho en el arte de descolgar y colgar las cortinas, todo bajo la dirección de mi factótum, la que no le pierde ni pie ni pisada.

Así nos pasamos un día y una noche, con las ventanas desnudas, expuesta la casa ¡como en cualquier vitrina de una tienda por departamentos!

En medio del ajetreo, Emma llegó desorbitada a darme la catastrófica noticia de que la lavadora se había descompuesto y solo hacía un ruido infernal. Afortunadamente, el arréglalo- todo acababa de salir de casa y Emma logró detenerlo antes de que partiera rumbo a otro trabajo. En un santiamén, ubicó el daño, compró la pieza y reparó el daño. Emma le dio dos sonoros besos y permitió que se fuera, no sin antes arrancarle la promesa de acudir al enjundioso proceso de encaramar las dichosas cortinas y así librarnos de miradas curiosas.

Emma se fue para su casita de Nigua para tomarse unos días de descanso y yo estoy ¡disfrutando de mi casita resplandeciente!  

 

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