Nunca pensó Pedro Sánchez, ni cualquier otro miembro de su Gabinete, ya sea del PSOE o de Sumar, que la vicepresidenta tercera y ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico, Teresa Ribera, viera peligrar su nombramiento como vicepresidenta de la Comisión Europea al ponerse en duda su cualificación y solvencia. Sin embargo, ese es el panorama con el que se encuentran ahora el Gobierno y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que eligió a la española, autoridad internacional en sostenibilidad y políticas verdes desde hace no menos de dos décadas, para que fuera su mano derecha.