Esta exposición se encuentra escondida, como si fuera un secreto, en una pequeña sala de la decimonónica biblioteca del Ateneo de Madrid. Sobre las mesas de lectura reposan pequeñas pinturas de paisaje protegidas por cajas de conservación. En su mayoría, han sido solicitadas a prestigiosas colecciones e instituciones internacionales. El proyecto viene avalado por la Fundación Sandretto Re Rebaudengo y su comisario es Hans Ulrich Obrist, una de las figuras más influyentes del arte contemporáneo. Noticias Relacionadas estandar Si ARTE La fragilidad y la fuerza de la Naturaleza según Juan Zamora Francisco Carpio estandar No ARCO 2023 Juan Muñoz, existencialista obsesionado Clara Mollá Pagán El autor de estas obras es Lucas Arruda (São Paulo, 1983) y, pese a su juventud, ya ha expuesto en espacios habitualmente reservados para relevantes figuras de madurez, como la galería David Zwirner de Nueva York o el Museo Fridericianum de Kassel. Además, sus encantadores paisajes forman parte de los fondos de la Tate Modern de Londres, el Centro Pompidou de París o la Fundación TBA-21. Estos agentes e instituciones culturales se han rendido ante un trabajo que, paradójicamente, se opone al canon que ellos mismos han configurado: el de un arte actual que deja en segundo plano lo estético para incidir críticamente en problemáticas globales. Entonces, ¿qué hace que estas pinturitas resulten, a ojos de estos expertos, tan diferentes, tan atractivas? Ajeno al debate medioambiental La producción de Arruda está inspirada en la floresta del Amazonas, pero permanece ajena al debate medioambiental. En diversas entrevistas, el brasileño ha insistido en la desvinculación de su obra de cualquier cuestión polémica o candente, y en su fascinación por aspectos estrictamente plásticos, como la poética pictórica de la canadiense Agnes Martin (1912-2004). Con todo, existe una importante diferencia conceptual entre ambos artistas: Martin se olvidaba de sí misma cuando se aproximaba al paisaje y nunca pretendió reflejar sus sentimientos. Arruda, por su parte, recoge el mito expresionista del yo interior volcado en el soporte, con una pintura sin planificación, ‘alla prima’, como los grandes maestros. Detalle de ‘Untitled (from the Deserto-Modelo series)’ (2013) En el Ateneo , sus piezas son puestas en diálogo con viejos libros de Ciencias Naturales y Botánica, recurso que falsea la verdadera intención del artista, cuya investigación se centra en cuestiones específicamente pictóricas, como la relación figura-fondo o los límites con la abstracción. De sus hitos metodológicos como comisario, Obrist mantiene dos aspectos: la originalidad del despliegue expositivo y el recurso de la entrevista como texto comisarial; en este caso, un diálogo con Arruda fechado en 2017 y salpicado por preguntas como «¿tienes un color favorito?». En su abordaje crítico, Obrist no tiene reparos en comparar al brasileño con Cézanne, pues en ambos «existe un intercambio entre la realidad que trata de la materialidad de la pintura y la que se refiere al mundo observado». Lucas Arruda ‘Assum Preto’. Ateneo de Madrid. Paseo del Prado, 21. Comisario: Hans Ulrich Obrist. Hasta el 8 de marzo La obra de Arruda no es banal ni anodina. Simplemente, no ha tenido tiempo para ser tan excepcional como se pregona. Museos, galerías, comisarios y coleccionistas llevan varios años aportando valor simbólico e intelectual a su obra, lo que ha permitido, al fin, un incremento exponencial de su valor de mercado. No es casual que esta cita coincida con la presentación de Arruda en ARCOMadrid, nuevo escalón de una estrategia comercial a largo plazo sustentada en la sobrelegitimación, tanto pública como privada, así como en otros sistemas de plusvalía: el potencial rendimiento de lo emergente, lo latinoamericano como alteridad comercializable, o bien, como ya corroboró la pintura impresionista, la capacidad cíclica del paisaje para fascinar a las élites.
Los rentables paisajes de Lucas Arruda
