Baila un murciano (también marciano) al son del Emmenez-moi de Charles Aznavour, coronado por quinta vez en un grande, de nuevo en París, donde todo el público de la Chatrier se lleva las manos a la cabeza y el deporte mundial descubre otra mente excepcional. “¡Sí-se-puede!”, le jalea toda su pandilla desde el palco. Y ahí que resurge como un torbellino Carlos Alcaraz, rebozado de barro, grandioso. E histórico esto. Se baten hasta el extremo dos colosos y el número uno inclina finalmente la rodilla. Prodigiosa esta remontada contra Jannik Sinner en una final para guardar, para enmarcar, loca, emocionante. De esas que hacen afición: 4-6, 6-7(4), 6-4, 7-6(3) y 7-6(2), tras 5h 29m. Tranquilo todo el mundo: el tenis está en inmejorables manos.
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Baila un murciano (también marciano) al son del Emmenez-moi de Charles Aznavour, coronado por quinta vez en un grande, de nuevo en París, donde todo el público de la Chatrier se lleva las manos a la cabeza y el deporte mundial descubre otra mente excepcional. “¡Sí-se-puede!”, le jalea toda su pandilla desde el palco. Y ahí que resurge como un torbellino Carlos Alcaraz, rebozado de barro, grandioso. E histórico esto. Se baten hasta el extremo dos colosos y el número uno inclina finalmente la rodilla. Prodigiosa esta remontada contra Jannik Sinner en una final para guardar, para enmarcar, loca, emocionante. De esas que hacen afición: 4-6, 6-7(4), 6-4, 7-6(3) y 7-6(2), tras 5h 29m. Tranquilo todo el mundo: el tenis está en inmejorables manos.