La Rerum Novarum (1891) del Papa León XIII es un hito fundamental en la historia del pensamiento social cristiano y un documento pionero de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). Su relevancia radica en cómo abordó, desde una perspectiva ética y teológica, los desafíos de su época—la explotación laboral, la pobreza extrema y las tensiones entre capitalismo y socialismo—, sentando bases que siguen inspirando debates sobre justicia social hoy.
León XIII condenó el capitalismo salvaje que reducía a los trabajadores a meras «herramientas de lucro», negándoles salarios dignos y derechos básicos. Pero también rechazó el socialismo materialista, que, al abolir la propiedad privada, amenazaba la libertad y la dignidad humana. Su propuesta fue un camino intermedio, defender la propiedad privada como derecho natural, pero subordinar al bien común, exigiendo que los empresarios y el Estado garantizaran condiciones laborales justas, salarios adecuados y protección para las familias obreras.
La encíclica fue revolucionaria al reconocer el papel de los sindicatos (aunque prefería asociaciones católicas antes que las socialistas) y al insistir en que la economía no podía separarse de la moral. Para León XIII, la caridad cristiana y la justicia social eran inseparables: no bastaba con dar limosna, había que corregir las estructuras que perpetuaban la desigualdad. Este enfoque marcó un giro en la Iglesia, que hasta entonces había sido vista como aliada de las élites, y la acercó a las luchas de los trabajadores.
Sin embargo, la *Rerum Novarum* no está exenta de críticas. Su visión de «colaboración entre clases» ha sido tachada de ingenua, especialmente en contextos de opresión sistémica donde el diálogo entre explotadores y explotados es imposible sin redistribución de poder. Además, aunque defendió a los pobres, mantuvo una jerarquía social rígida, sin cuestionar del todo el sistema burgués ni proponer cambios radicales.
Aun así, su legado es inmenso. Inspiró movimientos sindicales católicos, influyó en políticas laborales en Europa y América Latina, y abrió el camino para encíclicas posteriores como la *Quadragesimo Anno* (1931) o la *Laudato Si’* (2015). Su principio de subsidiariedad que prioriza las soluciones locales frente a la intervención estatal excesiva sigue siendo un pilar de la DSI, aunque hoy se debate cómo aplicarlo en un mundo globalizado, donde corporaciones y gobiernos centralizados tienen más poder que las comunidades.
En el siglo XXI, la *Rerum Novarum* resuena en luchas contra la precarización laboral, la brecha salarial o la explotación en cadenas de producción globales. Su defensa de la dignidad del trabajo humano es un antídoto contra la deshumanización que traen el consumismo y la automatización sin regulación. Sin embargo, la Iglesia enfrenta el desafío de actualizar este mensaje: ¿cómo denunciar la injusticia económica sin caer en ideologismos? ¿Cómo hablar de derechos laborales en economías digitales o gigantes tecnológicos que ni siquiera existían en 1891?
León XIV enfrentaría el mismo dilema que León XIII: ¿cómo ser relevante en un mundo secularizado sin diluir el mensaje católico? Su éxito dependería de aliarse con actores beyond the Church (organismos multilaterales, líderes jóvenes) y evitar el eurocentrismo.
Robert Prevost (León XIV), como experto en derecho canónico y gobierno eclesiástico, no es teólogo social, pero su experiencia en la selección de obispos (Dicasterio para los Obispos) le daría herramientas para promover líderes alineados con la DSI. Su reto sería equilibrar la gobernanza interna de la Iglesia (escándalos financieros, sinodalidad) con una voz profética ante el mundo. ¿Podría un papa estadounidense, de una superpotencia global, criticar el capitalismo sin caer en contradicciones geopolíticas?
León XIII, en su tiempo, combinó tradición y audacia. Hoy, su encíclica nos recuerda que la fe no puede ser cómplice de la injusticia, pero también que las soluciones realistas requieren equilibrio. La *Rerum Novarum* no es un manual de políticas públicas, sino un llamado a construir una sociedad donde el progreso material no se divorcie de la compasión. En un mundo aún dividido entre explotación y utopías violentas, su mensaje sigue siendo, como diría el Papa Francisco, un «horizonte de esperanza».
Por Julio Casado
Abogado
Santo Domingo