Perseguir un sueño fuera del país que te vio nacer no es tarea sencilla. Se necesita una gran determinación. Sin embargo, cuando esa meta está acompañada de entrega, preparación y una clara comprensión del proceso para alcanzarla, el camino se vuelve mucho más transitable.
Este es el caso de Ramsés Cid, un violinista dominicano que ha comenzado a forjar su destino a base de sacrificios.
El joven artista ha dedicado la mayor parte de su vida a perfeccionar su pasión: la música. Es egresado del Conservatorio Nacional de Música y se graduó con honores de Nicholls State University en Estados Unidos.
También obtuvo una maestría en Arizona State University y actualmente se encuentra inmerso en proyectos donde aplicará esos conocimientos, incluyendo un doctorado. Su sueño es enaltecer el nombre de su país y ayudar a otros jóvenes artistas a alcanzar sus metas.
—¿Cómo fue el proceso para llegar a los Estados Unidos y ser seleccionado para estudiar en esas universidades prestigiosas?
Llegar a Estados Unidos fue un esfuerzo considerable, pero gracias a la ayuda de muchas personas, especialmente de la Fundación por la Música, logré hacerlo. Allí conocí a maestros renombrados como Paul y Timothy Kantor, quienes estuvieron a la cabeza del programa.
Después de concluir mi licenciatura, tuve la oportunidad de acercarme a la universidad de Louisiana, donde el profesor Paul dirigía su programa de música.
Me contactó con ellos y así pude terminar mi bachelor, que en República Dominicana equivale a una licenciatura. Luego pasé cuatro años más en la misma universidad y, mediante audiciones, conseguí una beca que me permite trabajar como profesor de violín, además de otros deberes.
Posteriormente, obtuve mi maestría en Arizona State University y decidí rápidamente hacer mi doctorado allí, bajo la misma enseñanza, y ahora estoy cursando mi primer semestre.
—¿Cómo costeó lo que no ofreció la beca?
He sido muy afortunado al contar con el apoyo de muchas personas a mi alrededor. No hablo de personas con grandes recursos, sino de aquellos en una situación similar a la mía.
Mi familia, mis padres y mis hermanos, siempre han estado ahí para mí. Tengo una familia numerosa, y todos han aportado. Además, instituciones como la Fundación por la Música y la Fundación Sinfonía, a través del programa de violín Gabriel del Orbe, han sido cruciales.
Las orquestas sinfónicas, como la Juan Pablo Duarte y la Orquesta Sinfónica Nacional, también jugaron un papel fundamental en mi desarrollo musical. A pesar de mi situación social, que podría considerarse clase media baja, he tenido mucha gente que me ha brindado su apoyo.
En el camino, enfrenté dificultades económicas, ya que no todo ha sido fácil, pero ese respaldo me hizo sentir más confiado en que podría alcanzar mis metas. Afortunadamente, la universidad cubrió la mayoría de mis gastos, y la Fundación por la Música asumió otros.
—¿Qué tan complejo fue el proceso de adaptación, qué sacrificios ha tenido que hacer?
He hecho muchos sacrificios, tanto familiares como personales. Como amante de la música, siempre me esforcé. Me levantaba temprano para practicar y llegar a donde estoy.
Al llegar aquí, me di cuenta de que la realidad era muy distinta a la que conocía. Todo dependió de mi tenacidad y de mi trabajo arduo para llegar a la maestría, para la que me preparé durante el 2022.
A pesar de tener la beca más alta, no cubre todos los gastos. Tuve que buscar apoyo durante el verano de 2022, incluso haciendo un llamado en redes sociales para cubrir renta y alimentación, que no fueron cubiertos ni para la maestría ni para el doctorado.
Sin beca, el costo de mis estudios sería de unos 20 mil dólares por semestre. Aunque tengo la matrícula cubierta, necesito recursos para la renta, la alimentación y los gastos personales.
—¿Cómo ha podido sobrellevar estar lejos de su país y su familia?
Lo he logrado gracias a mi amor por la música, que ocupa casi todo mi ser. Es todo lo que respiro. Además, siento un deber con mi país, ya que la música clásica ha decaído considerablemente debido a cambios culturales y sociales.
Creo firmemente que la música clásica es un arte que no debe morir, ya que rescata las almas de los pueblos y me ha ayudado en momentos difíciles. Todos los que aspiren a ser grandes músicos clásicos merecen apoyo y el legado cultural no debe desaparecer.
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Ramsés es el ganador del Concerto Competition de 2023 del Festival de Verano de Música de Brevard, donde tocó con la Brevard Music Center Orchestra.
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También es el ganador del Concerto Competition de 2024 en la Universidad Estatal de Arizona, donde interpretará con la Orquesta Sinfónica Estatal de Arizona el Concierto para violín de Dvorak en la primavera de 2025.
—¿Cuáles son sus planes una vez termines tus estudios?
En este momento, no puedo definirlo con certeza, ya que dependerá de las circunstancias.
Mis metas incluyen ser profesor universitario de música, especialmente de violín en niveles avanzados, y también me gustaría formar parte de una orquesta sinfónica de gran nivel, ya sea en Estados Unidos, en otro país o incluso regresar a la República Dominicana.
También me interesa mucho la música de cámara. Con esas tres metas, me veo avanzando.
—¿Cómo ves actualmente la música clásica de la República Dominicana, ya teniendo como referencia lo que se hace en Estados Unidos?
Todo esto lo atribuyo a un contexto cultural. En nuestra sociedad, la música popular ha eclipsado a la clásica, afectando a pocos jóvenes motivados a dedicarse a ella, principalmente por factores económicos.
La música clásica requiere tiempo y esfuerzo, y aunque al final vale la pena, no es fácil. Los que tenemos este llamado debemos dedicarle mucho, y es inminente que el artista vive de lo que hace. Aquellos con talento merecen atención, pero a menudo no reciben el apoyo necesario.
La música clásica es parte integral del conjunto musical y social de nuestro país y no debe desaparecer. Me preocupa que eso ocurra, ya que hay mucha gente ajena a esto, porque no se promueve adecuadamente.
En Estados Unidos, las tradiciones de la música clásica se mantienen a pesar de la demanda de otros géneros. Se presentan conciertos diariamente, algo que no veo en la República Dominicana.
Claro, no se puede comparar, pues enfrentamos realidades distintas; somos un país en desarrollo con muchas precariedades, pero también con jóvenes talentosos que necesitan apoyo, algo que aquí se logra. Las universidades estatales reciben recursos para la promoción del arte y las privadas también apoyan estas iniciativas.
Reitero, no se puede comparar Estados Unidos y República Dominicana, pero sí se pueden destinar recursos para el apoyo del arte en nuestro país. Quien tiene un sueño avanza hacia él sin mirar atrás, y aunque hay limitaciones, existen instituciones como la Fundación Sinfonía que ayudan a desarrollar el talento.
Ramsés Cid es un claro ejemplo de perseverancia y pasión en el mundo de la música, demostrando que, con apoyo y esfuerzo, los sueños son alcanzables.