En la República Dominicana, como en cualquier sociedad, el relevo generacional es un proceso natural e inevitable. Nacemos, crecemos, nos desarrollamos y, con el tiempo, damos paso a nuevas generaciones. En la política, este fenómeno también ocurre, pero en los últimos años ha tomado un matiz particular: la promoción y el posicionamiento de nuevos liderazgos con una intención que va más allá del simple relevo natural.
Desde hace un tiempo, hemos visto cómo diferentes actores han impulsado figuras emergentes dentro de las organizaciones políticas, muchas veces sin un historial de trabajo significativo o una trayectoria que los respalde. Este fenómeno, que en apariencia puede parecer una apertura democrática o una evolución política, en realidad esconde una estrategia bien calculada.
¿Quién está detrás de esta estrategia y qué buscan?
Detrás de la promoción de estos nuevos liderazgos hay grupos de poder que buscan reconfigurar el escenario político a su favor. En muchos casos, estos esfuerzos no tienen como objetivo fortalecer la democracia ni renovar la política con ideas frescas y comprometidas, sino más bien desplazar a figuras tradicionales que han acumulado experiencia, liderazgo y un legado de servicio.
Estos grupos, que pueden incluir sectores económicos, mediáticos e incluso actores políticos con intereses particulares, utilizan la estrategia de resaltar y posicionar nuevas caras en la opinión pública con el fin de:
- Crear una competencia artificial: Al impulsar líderes emergentes sin una trayectoria consolidada, generan un escenario donde los políticos tradicionales deben compartir espacio con figuras que han sido posicionadas mediáticamente, más que por méritos, por intereses estratégicos.
- Opacar a los veteranos de la política: En lugar de fortalecer a las figuras con experiencia, buscan restarles relevancia y desplazar su influencia dentro de las estructuras partidarias y en la mente del electorado.
- Manipular la percepción pública: A través de estrategias de comunicación, redes sociales, medios de comunicación, encuestas crean una imagen de renovación que, en muchos casos, no responde a una verdadera transformación política, sino a un simple cambio de caras con el mismo fondo.
- Dividir y debilitar a los partidos: Al introducir nuevas figuras en competencia con los líderes tradicionales, logran fragmentar el liderazgo dentro de las organizaciones políticas, debilitando su cohesión interna.
- La sentencia TC/0788/24 del Tribunal Constitucional: En su artículo 156, declara que podrán ser propuestas candidaturas independientes de carácter nacional, provincial, municipal o en el Distrito Nacional, que surjan a través de agrupaciones políticas en cada elección. Esta decisión viene a debilitar a los partidos y agrupaciones políticas, atentando contra el sistema de partidos en la República Dominicana.
El efecto inesperado: la competencia entre nuevos y tradicionales
Lo que algunos no calcularon es que este juego político no solo ha posicionado a estos nuevos liderazgos en la mente del ciudadano, sino que también ha fortalecido la competencia con los políticos tradicionales. En vez de borrar del mapa a los veteranos, han creado un escenario donde ambos grupos ahora compiten directamente, generando tensiones dentro de los propios partidos y obligando a los líderes históricos a demostrar aún más su capacidad y legado.
Además, la reciente encuesta RD Elije debe llamar la atención a los partidos políticos y sus actores. El hecho de que la ciudadanía tenga una imagen negativa de los partidos y los políticos debe ser un punto de alerta para la clase política. Este escenario exige un replanteamiento del liderazgo y un relanzamiento de los partidos, con el fin de reconectar con la población y recuperar la confianza perdida.
Reflexión final
El posicionamiento de nuevos liderazgos en la política dominicana no es en sí mismo negativo. Es natural que surjan nuevas figuras con ideas frescas y visión de futuro. Sin embargo, cuando este proceso se impulsa con fines estratégicos y no democráticos, el resultado puede ser una manipulación del electorado y una alteración artificial de la dinámica política.
Más que imponer nuevos rostros sin fundamentos sólidos, lo ideal sería fomentar una verdadera renovación basada en la capacidad, la trayectoria y el compromiso con el país. Solo así se podrá garantizar que el relevo político no sea un simple juego de poder, sino una evolución genuina que beneficie a la sociedad en su conjunto.
Es momento de que los partidos y sus líderes asuman con responsabilidad el desafío de recuperar la credibilidad del sistema político y demostrar que la renovación no debe ser sinónimo de improvisación, sino de evolución con sustancia y compromiso.