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Riesgos de la dependencia emocional hacia la IA

En tiempos donde la inteligencia artificial (IA) se ha vuelto parte integral de la vida cotidiana, respondiendo preguntas, resolviendo tareas y simulando conversaciones humanas que, en muchos casos, generan una sensación de acompañamiento emocional, surgen interrogantes sobre los efectos que esta tecnología puede tener en la salud mental de las personas.

¿Qué pasa cuando una herramienta diseñada para asistir comienza a reemplazar vínculos humanos reales? ¿Dónde trazamos la línea entre un uso saludable y una posible dependencia emocional hacia la IA?

¿Por qué nos volvemos dependientes de la IA?

Según Astrid Machado (@astridmachadod), psicóloga clínica de @lotuscentrointegral, desde una perspectiva psicológica, los seres humanos somos inherentemente sociales: “Estamos diseñados para conectar, compartir y buscar respuestas en el otro”. 

Sin embargo, no todas las relaciones humanas son favorables; muchas veces pueden ser fuente de profundo malestar emocional.

Lo que sucede con la inteligencia artificial es que ofrece interacciones inmediatas, sin juicios, que pueden dar la ilusión de comprensión, algo que no siempre se encuentra en las relaciones interpersonales reales. 

Esto, dice la profesional, puede llevar a un uso excesivo de estas herramientas para suplir necesidades afectivas.

“El problema radica en atribuirle características humanas a una tecnología que no posee contexto emocional, ni historia, ni verdadera empatía”, advierte. 

En estos casos, “cuando una persona usa constantemente IA para suplir la necesidad de contacto, está desarrollando un vínculo con algo que no puede ofrecer contención real”. 

Si esta dinámica se mantiene, se corre el riesgo de sustituir relaciones sanas por interacciones artificiales, lo cual puede generar aislamiento emocional a largo plazo.

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Infografía

“La IA no es enemiga de la salud emocional. Pero tampoco puede reemplazar la autenticidad, el afecto, ni el vínculo humano real” Astrid Machado Psicóloga clínica

¿Puede la IA desencadenar síntomas psicológicos como la psicosis?

Machado aclara que “la IA no genera psicosis por sí sola, pero puede alterar la percepción de la realidad”. Cuando una persona deja de cuestionar lo que la IA le sugiere y comienza a confiar ciegamente en sus respuestas, puede empezar a construir una visión del mundo distorsionada.

Por ejemplo, si alguien encuentra siempre respuestas armoniosas y sin conflicto en una herramienta como ChatGPT, puede sentirse emocionalmente desbordado al enfrentarse a interacciones reales donde los desacuerdos son inevitables. 

Esto podría llevarlo a conclusiones como que “las personas son conflictivas”, lo que solo alimenta su aislamiento y revela una necesidad profunda de trabajar en habilidades sociales y de comunicación.

El riesgo de usar la IA como sustituto emocional

Utilizar herramientas como ChatGPT para informarse sobre relaciones o gestionar emociones no es perjudicial en sí. El riesgo real aparece cuando se convierte en la única fuente de apoyo emocional, desplazando por completo a las relaciones humanas.

Machado señala que en consulta ha observado que “muchos pacientes acuden a esta herramienta porque en su entorno no encuentran un espacio seguro para hablar”. 

Al no sentirse validados por su círculo cercano, buscan en la IA un “refugio emocional“, aunque este carezca del sostén real que ofrece una persona empática.

En palabras de la especialista, “nos estamos enfocando demasiado en la herramienta y no en la herida que como sociedad estamos tratando de cubrir”.

“La dependencia emocional hacia la inteligencia artificial puede ser una señal de un vacío más profundo: la necesidad de contacto, validación y comprensión que muchas veces no se encuentra en el entorno inmediato” Astrid Machado Psicóloga clínica

¿Qué hay detrás de la dependencia a la IA?

Uno de los factores fundamentales, según la experta, es la baja tolerancia a la frustración. Las relaciones humanas conllevan desacuerdos, malentendidos y diferencias. 

La IA, en cambio, ofrece respuestas neutrales y sin confrontación. “Si alguien no ha desarrollado recursos emocionales para sostener la diferencia o el conflicto, es probable que prefiera hablar con una IA que enfrentarse al caos (natural) de la interacción humana”, advierte Machado.

Otros factores que aumentan el riesgo de dependencia incluyen:

  • Aislamiento social prolongado.
  • Acceso constante y sin filtros a tecnología.
  • Falta de una red de apoyo emocionalmente disponible.

“No se trata solo de tener personas alrededor, sino de que esas personas estén realmente presentes y sepan sostener emocionalmente”, puntualiza.

¿Qué podemos hacer para evitar caer en esta dinámica?

La clave está en construir relaciones reales, de esas que permiten la vulnerabilidad, la diferencia, y el crecimiento compartido. Machado invita a que como sociedad nos preguntemos: “¿Estamos disponibles emocionalmente para los demás? ¿Ofrecemos espacios seguros donde alguien pueda expresarse sin miedo?”.

La inteligencia artificial puede ser una herramienta poderosa si se usa con conciencia. Puede complementar, informar o facilitar procesos, pero no sustituye el afecto, la validación ni la presencia que solo otra persona puede ofrecer.

“Apoyarse exclusivamente en ella para gestionar la vida emocional puede ser una señal de alerta que nos invita a mirar hacia adentro… y hacia los otros”, concluye.

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