Ángel Marcos y Felipe Lavin: Dos miradas, dos resultados en el Jardín Botánico

«La casa debe ser el estuche de la vida, la máquina de la felicidad». Así entendía la vivienda Le Corbusier. De ahí́ su propuesta por una arquitectura que repercutiera positivamente en la vida de los habitantes. Arquitecturas para vivir. Noticias Relacionadas estandar No ARCO 2023 ARCO según Felipe Lavin: las seis obras de su selección Iuri Pereira estandar No fotografía Pierre Gonnord y la llamada de lo salvaje Francisco Carpio Muchos años después, estas reflexiones-ilusiones parecen haberse evaporado en el cristal de las buenas intenciones no cumplidas. Quizás por ello, Ángel Marcos (1955) nos habla ahora de ‘Arquitecturas para sobrevivir’, una voluntad menos ambiciosa pero más próxima a la realidad de millones de moradores de esas, cada vez más lejanas, «máquinas de habitar» profetizadas por el gran arquitecto suizo. Lo que presenta el vallisoletano son imágenes de espacios alejados del más mínimo atisbo de confort o desahogo e incluso de cualquier grado de digna habitabilidad. Construcciones humildes, erigidas con materiales vulgares y pobres, enclaves de miseria y abandono, que supuran un paisaje de olvido y pobreza, como una molesta y continua herida en el tejido de las ciudades. Auténticas ‘máquinas de deshabitar’. Mecánicas de poder y fragilidad Esta iconografía recoge sus principales intereses estéticos –también éticos– como son la expresión de ciertas realidades sociales, económicas e históricas, y de qué manera afectan a nuestro entorno natural y urbano mediante determinadas mecánicas de poder, fragilidad, resiliencia, emigración o desigualdad. La muestra despliega, a través de un trabajado y eficaz montaje, distintas series unificadas por el lenguaje fotográfico, a las que incorpora objetos, instalaciones y un vídeo, que, por cierto, encuentro la pieza menos lograda y afín a este excelente proyecto expositivo, quizás porque su dimensión sonora aleja del espíritu de la propuesta. En precario. En las imágenes, instalaciones y fotografías del conjunto ‘Arquitecturas para sobrevivir’, de Ángel Marcos, en el Pabellón Villanueva ABC Me interesan especialmente las tres fotos sobre lienzo de ‘Paisajes de resistencia’ y la serie ‘Diseñar lo infinito, pintar lo inefable’, en las que dota a la imagen fotográfica de sugerente plasticidad; así como la instalación ‘Arquitecturas para Sobrevivir 1’, que recuerda a otra que realizó Rosa Muñoz en 2011 en el MACUF, y ‘Arquitecturas para Sobrevivir 6’, una suerte de habitáculo con aroma a ‘Art Povera’, que también aporta una interesante fisicidad. Por su parte, el artista chileno Felipe Lavín, con ‘Desvanecidos’, reflexiona sobre un aspecto preocupantemente ubicuo como es la deshumanización de una sociedad en la que los individuos asisten cada vez más a una creciente perdida de su identidad, engullidos por un voraz Maelstrom de hipertecnificación y globalidad. Factores como la pérdida de lo personal, las dentelladas de una soledad no deseada o un exacerbado y negativo individualismo dejan oír su asfixiante voz y arrojan crueles sombras sobre el sujeto hipermoderno. Ángel Marcos y Felipe Lavin Ángel Marcos. ‘Arquitecturas para sobrevivir’. Comisario: Carlos Rosón. Felipe Lavin. ‘Desvanecidos’. Comisarios: Ponce+Robles. Jardín Botánico. Madrid. Plaza de Murillo, 2. Hasta el 26 de marzo. No son intenciones baladíes o impertinentes. Sin embargo, la formalización de estos objetivos se queda en un estadio demasiado inicial y repetitivo. Lavin recurre a un hallazgo visual que podríamos incluso calificar de ‘feliz’: las personas son sometidas a un barrido vertical y cromático que las convierte en meras líneas de un antropomórfico código de barras. Hasta ahí todo correcto. Pero el constante abuso de la estrategia plástico-conceptual acaba por hacerse reiterativo y obvia. Una pena porque el concepto era bueno.

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