Quizás, el restaurante de éxito del futuro sea…

“La sobrepesca (es decir, capturar más peces de los que el sistema puede soportar) conduce a la disminución de las poblaciones de peces, impactos en todo el ecosistema e impactos en comunidades humanas dependientes.”

“Como consecuencias, tenemos el drástico descenso poblacional de numerosas especies, sean predadoras o no. Muchas están siendo llevadas al límite y comienzan a acercarse al borde de estar en peligro de extinción, mientras que otras ya se encuentran totalmente amenazadas. De hecho, los grandes expertos auguran que, si se mantiene este ritmo de explotación y consumo, los mares quedarán vacíos en torno al año 2050.”

 “Tal y como recoge la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) más del 80% de los peces existentes en la actualidad están explotados a unos niveles peligrosos; hasta los depredadores han visto disminuida su población. Especies como el atún o el bacalao se han mermado hasta un 90% del total de especímenes que existían antaño a consecuencia de estas prácticas excesivas y peligrosas.”

 Estoy seguro que, si me pongo a buscar sobre, la agricultura, ganadería, el consumo de determinados productos en el mundo como puede ser la res, el pollo o el cerdo, los cereales, quien produce más en el mundo y para donde se destina, monopolios en la industria alimenticia que mandan más que los propios gobiernos o porque, desde hace pocos años se ha intensificado el “veganismo” y no me refiero al consumidor, si no a quien lo promueve, nos daríamos cuenta que el producto como lo hemos conocido, se acaba.

 No es ciencia ficción, es una realidad cada vez más visible y palpable y quienes vivimos del producto para vender a través de la gastronomía, podemos ver diariamente, año tras año su decadencia; de la pesca salvaje a las piscifactorías; de las explanadas kilométricas para que el ganado se pueda desarrollar motrizmente y ello repercuta en la calidad de la carne, a encierros en granjas a base de piensos y mucha siesta; de los huertos, a invernaderos causantes de la ruptura de las estaciones y con la excusa de proteger el producto del clima, a una súper producción sin sabor y más barata, sin primavera, verano, otoño ni invierno, mientras la agricultura tradicional que respeta los tiempos de la naturaleza, va muriendo por no poder competir.  

 El turismo se ve obligado a trabajar con alimentos que no se sabe ni de dónde vienen, que características organolépticas tiene el producto, si están o no inyectados con agua y sal y un sinfín de desconocimiento que gracias a los vacíos legales que se pactan entre quien legisla y las grandes industrias alimentarias, avanza cada vez más hacia el holocausto gastronómico.

No sé si yo lo veré, aunque me temo que sí…

 El restaurante de éxito en pocos años, no será el que mejor posicionado este en una guía gastronómica determinada, que tipo de locuras hace en la cocina, quien sea su chef o si sus clientes son famosos o no.

El restaurante de éxito en pocos años, quizás sea aquel que de entrada sea capaz de servir una simple ensalada de lechuga romana, crujiente y suave a la vez, con un tomate dulzón semi verde y todo rociado con un buen chorro de aceite de oliva virgen, con unas simples sardinas plateadas fritas recién pescadas y de postre unos melocotones aterciopelados, entre granate y naranja fuerte, con olor profundo a eso, a melocotón, que cuando lo muerdas, el propio jugo dulce del mismo, mas parte de tu saliva acaben manchándote la camisa. 

Quizás el restaurante de éxito del futuro, no sea más que devolver su sitio a lo que estamos destrozando. El producto. 

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